“Hay un momento en el que un grupo de falangistas lo va a matar porque cree que es un espía ruso y se salva de milagro porque el general del ejército franquista que está en la sala dice: ‘qué va a ser un espía, es un cantante, dejadlo en paz’”, comenta Pilar Rahola al referirse al violinista judío Bernard Hilda, quien durante la Segunda Guerra Mundial ofició de espía contra el nazismo dentro de la España franquista. De esa historia y de ese momento histórico se hace eco Rahola en su última novela, El espía del Ritz, editada por el sello Planeta.

- ¿Por qué cree que el franquismo está tan presente en la literatura española?

- En mi caso tiene una explicación concreta y es que, en primer lugar, el franquismo duró 40 años, y algunos pensamos que continúa durando porque tenemos grupos de extrema derecha. Los familiares de Franco han tenido todo tipo de prebendas hasta ahora mismo. De hecho el 22 de julio comenzó una ley de memoria histórica que se plantea sacar el título de “duque” a Franco, que de momento aún existe, con lo cual es evidente que el franquismo de convirtió en un magma que ensució y contaminó toda la estructura social, cívica, económica, judicial española. Y eso se ha mantenido en democracia y por lo tanto tiene un peso específico. Luego, quise hablar de los primeros años del franquismo porque es la parte menos conocida. Se ha hablado mucho del franquismo en los años 50, en los 60, pero durante la Segunda Guerra Mundial no hay nada. Además tenía la historia de Bernard Hilda. Era una historia de Barcelona y era una historia judía, lo sumaba todo. En mi caso, el franquismo como material literario no es que me interese tanto, pero me interesaba esa franja de tiempo que fue muy dura.

- Y en el medio, aparece la figura de Bernard Hilda con una historia de vida muy poderosa…

- Yo creo que el franquismo es el decorado de la novela, pero la historia es sobre la lucha por la supervivencia y es una novela de esperanza. Es dura en algún momento porque estamos hablando de la historia de las víctimas, pero es de esperanza porque Bernard Hilda es de los que sobrevivieron. Hay algo poco conocido, que son los miles de judíos que salvaron sus vidas atravesando a pie los Pirineos, la frontera de montaña que hay entre Francia y España, y que además salvaron la vida milagrosamente porque llegaban a un país como España, que era filo-nazi en aquellos años de la guerra. Sin embargo, con dinero se compraba todo y las redes de ayuda norteamericana y portuguesa compraban judíos. Descubrían que alguien había pasado la frontera y si no era detenido lo escondían, le conseguían los papeles para que pudieran escaparse. Cuando descubrí a Bernard me parecía que juntaba tres cosas: por un lado la epopeya de miles de judíos (se calculan que son 30.000) que cruzaron la frontera; hacer un homenaje a esas redes de evasión que se jugaron la vida tanto en la parte francesa como en la parte española; y luego esa historia tan bonita de cómo un judío camuflado se convierte en el músico de moda en el hotel Ritz de Barcelona, que es donde iban los comandantes alemanes, los comandantes italianos y todas las elites del franquismo. Entonces, si lo hubiesen detectado, era candidato a morir al minuto y medio, pero consigue sobrevivir por un montón de casualidades, y tuvo una historia espectacular porque toda ella es real. También es muy linda la historia de su hermana enrolándose a los grupos de teatro del ejército norteamericano como actriz para buscar a su hermano por Europa. En el fondo es una historia de resistencia, de lucha, de dolor pero también de vida y esperanza.

- De hecho, Hilda estuvo varias veces a punto de ser descubierto.

- Las veces que estuvo a punto de morir, porque los fascistas lo persiguen en Barcelona y en Madrid, las dos veces las tengo documentadas, eso no es literatura. La literatura es para mí intentar describir o transcribir las emociones de esos momentos. Yo sé que Bernard Hilda en un club de Madrid tocó durante ocho meses porque ahí también hizo su trabajo de espionaje. Hay un momento en el que un grupo de falangistas lo va a matar porque cree que es un espía ruso y se salva de milagro porque el general del ejército franquista que está en la sala dice: “que va a ser un espía, es un cantante, dejadlo en paz”. Pero ese momento en el que tú estás contra la pared, rodeado de unos tipos que te están diciendo que te van a matar, ¿qué sientes? Eso es literatura. La historia te explicará un dato, la literatura te explicará las emociones. Yo quería contar eso, qué significa atravesar los Pirineos una madrugada de noviembre con tu violín, una muda de ropa, a pie, con los vientos que hay en el norte catalán, sabiendo que en cualquier momento te puede detener la Gestapo o el ejército franquista o cualquiera de los grupos falangistas, que perseguían evadidos. ¿Qué sientes? Para mí esa era la parte emocionante de escribir este libro.

Pilar Rahola nació en Barcelona, en 1958. Analista política de La Vanguardia, RAC1 y TV3, es autora de novelas como Rosa de ceniza y Mariona. Entre sus libros de no ficción se destacan ¡Basta!, sobre el yihadismo, República islámica de España, Carta a mi hijo adoptado o Atrapados en la discordia, sobre el conflicto israelí-palestino. Obtuvo el Premio a la Mejor Articulista de Prensa 2007 de la Asociación Profesional Española de Informadores y el Premio Atlántida 2010 de los editores catalanes. Tiene múltiples premios internacionales por su lucha en favor de los derechos humanos; entre otros, el Mass Media Award 2009 del American Jewish Committee; el Daniel Pearl 2010 de la Anti-Defamation League y el Morris B. Abram Human Rights Award 2011, de UN Watch.

Realidad y literatura

- Historiografía y ficción, ¿hasta dónde documentarse para contar una historia?

- A mí me puede mi vena periodística y no puedo evitar que cuando tengo datos reales meter la patita ahí en la literatura, los mezclo. Pero en todas las novelas que he escrito, los datos históricos los tengo confirmados. Yo tengo una forma de escribir que me resulta útil cuando hago novela histórica: todo dato que pongo en una novela tiene cuatro fuentes de confirmación, sino no me atrevo. Cuando yo digo que hay 500 espías nazis en Barcelona, lo puedo comprobar. Si es cierto que hay que jugar con ese escenario real en el que vas poniendo personas, incluso fragmentos de periódicos de ese momento, y al mismo tiempo la vida de la gente, que ahí es literatura. No sé qué sentía Bernard Hilda pero he descripto sus sentimientos, o los sentimientos de ese otro personaje que es la Merceneta.

-En la novela se lee también el intento del franquismo por silenciar al catalán.

-Hay tres represiones brutales que a mí me interesaba poner bajo la lupa. La primera es la represión de la propia dictadura. Fue una dictadura sin piedad. Pero en el cuadro represivo me interesaba mucho el tema de la mujer, porque la mujer en los años 40, en la España del franquismo, no era nada, era un objeto tratado de la manera más terrorífica. Además veníamos de la República que fue pionera en los derechos de la mujer, con mujeres ministras, con derecho al aborto, al divorcio, y las mujeres españolas pasaron de los derechos republicanos a vivir en un franquismo misógino. El segundo elemento era el cultural y lingüístico, el identitario. Es decir tanto el catalán como el vasco fueron brutalmente perseguidos, prohibidos en todos los estamentos. No se podía hablar en catalán, no se podía estudiar, no se podía gritar, no se podía hacer nada. El idioma se encerró en las casas. Lo que ocurre es que los catalanes somos muy resilentes y a pesar de la prohibición nunca dejamos de hablar catalán. Y eso fue lo que nos salvó. Durante 30 años el idioma solo existía en las casas porque en la calle no solo estaba prohibido sino brutalmente perseguido. Y la tercera represión era la física. Explicarle al mundo que a la gente la mataban por ser republicano, por haber sido sindicalista, por haber luchado contra el fascismo.

Conflicto palestino-israelí

- Pasando a su rol de analista política, ¿qué visión tiene del conflicto israelí-palestino?

-El problema del conflicto palestino-israelí o israelí-palestino o israelí-árabe porque hay tantos problemas en ese conflicto que no se puede simplificar. El primer problema que tiene desde mi punto de vista es que no es tratado como un conflicto normal, lo que a la hora de informar ya parte de un maniqueísmo absolutamente consolidado: hay unos buenos y hay unos malos. Los malos son todos malos y los buenos son todos buenos. Ese es el primer criterio que quiebra los criterios deontológicos del periodismo. Cuando el periodista se pone a hablar del conflicto ya consideran que los israelíes serán muy malos y los palestinos muy buenos. A partir de esa criminalización de Israel no tenemos un conflicto, lo que tenemos es propaganda, y España no se salva de esa propaganda. La prensa española es furibundamente anti-israelí, y lo que tenemos es una posición en el conflicto mucho más heterodoxa, recibimos bofetones por los dos lados.

Yo he tenido muchos problemas por el tema catalán con la monarquía española y con el Estado español pero no son comparables con los que tengo cuando hablo de este conflicto. Ahí es donde tienes unos líos, porque tienes a toda la izquierda en contra, porque te encuentras desubicado ideológicamente. ¿Al final qué somos gente como yo? Los librepensadores que no tenemos ninguna etiqueta fija. ¿Qué soy ideológicamente? Derechos civiles, soy de izquierda: derechos homosexuales, violencia de género, eutanasia… Fui la primera diputada que llevó la ley de eutanasia al congreso español, que ahora 20 años después se ha aprobado. Pero luego al hablar de la dictadura cubana o del conflicto de Israel, me expulsan del paraíso de la izquierda porque resulta que soy lo peor del mundo. Es un espacio muy solitario y complicado el del librepensador pero es el único posible. Y en el conflicto de Oriente Medio, mi librepensamiento me lleva a tres reflexiones. La primera es que el conflicto de Israel con Palestina nunca va a ser conflicto entre israelíes y palestinos. Es un conflicto con Irak, es un conflicto con el islamismo radical, es un conflicto con un montón de parámetros geopolíticos que interceden en la zona. Los palestinos, segunda conclusión, son esclavos de esas ideologías supranacionales o de esos intereses ideológicos y económicos, que les pasan por encima. Están secuestrados por esas ideologías. Y la tercera, es que el mundo en general ha decidido estar más cerca del mundo árabe, porque el mundo árabe mueve el dinero, los intereses, el petróleo, y todo es muy complicado. ¿Quién tiene la razón? Los palestinos tienen razón en pretender un estado propio. ¿La culpa de que no lo tengan es de Israel? En absoluto. ¿Israel hace cosas mal? Por supuesto. ¿Las hace todas mal? No. Cada vez que hay un levantamiento complicado y suben los niveles de violencia y empieza a haber muertos. ¿Es culpa de Israel? Mayoritariamente, no. Y a partir de ahí el periodismo miente y distorsiona. Entonces al final lo que habría que pedirle al mundo de la prensa es que miraran con la lupa de pensar y reflexionar. Tú no puedes decir que han muerto cien palestinos en la ofensiva israelí y no te preguntes cómo murieron. ¿Porque Israel mató o porque de los más de 3.000 misiles que disparó Hamas 500 cayeron sobre ellos mismos? No lo sé. Igual murieron de los dos lados, pero hagámonos esa pregunta. Ningún país puede aguantar más de 3.000 misiles durante diez días y no responder. ¿Hamas utiliza la causa palestina para sus intereses supraideológicos? Hagamos esa pregunta. ¿Hamas es nuestro interlocutor? ¿Un estado de derecho se puede poner al lado de una organización terrorista, que persigue y mata a opositores, que esclaviza a mujeres? A favor de los palestinos, sí. Pero no a favor de que estén secuestrados por organizaciones terroristas e ideológicamente feroces. ¿Cómo alguien que defiende los derechos puede estar del lado de una organización yihadista? La izquierda se ha vuelto loca con este tema.

Gestión de la pandemia

-¿Cómo considera que afrontó el gobierno español este escenario inédito de pandemia?

-Casi tan mal como el gobierno argentino. España hizo muchas cosas muy mal hechas. La primera es tardar, cuando ya estaba la pandemia en Italia y no tenían ataúdes para enterrar a la gente, en España se los miraba y se decía “porque Italia lo ha hecho muy mal”. Yo recuerdo que estuve con el gobierno catalán pidiendo que encerraran a la gente en su casa, hicimos muchos llamamientos y Pedro Sánchez no escuchó nunca y tardó quince días en reaccionar, esos quince días fueron letales. Eso fue el principio, a partir de ahí los errores se fueron encadenando. Se equivocaron con las compras, no había material para ayudar a la gente. No se previó como gestionar una pandemia de esa naturaleza, no se hicieron protocolos adecuados, nunca hemos sabido que asesores médicos tuvo el gobierno. Fue un desastre tras un desastre, y finalmente el último desastre fueron las vacunas: compraron tarde, compraron mal, aún no han distribuido adecuadamente, estamos aproximadamente al 50% de vacunados. Yo creo que Pedro Sánchez ha hecho unas cuantas cosas mal. Es verdad, en favor suyo, que en una pandemia como esta quién la gestiona y cómo la gestiona, pero lo cierto es que abusó de la restricción de derechos. Entiendo que un estado de pandemia restringe derechos fundamentales pero no hace falta restringirlos todos. De golpe no funcionaba la administración, la oposición política, el Parlamento. Todo fue aprovechado para convertir el gobierno en un poder autárquico que lo domina todo.

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